23 de agosto de 2010

Welcome Home


Vuelvo a casa. He estado 5 dias sin leer prensa y desconozco lo que me voy a encontrar.

Desconozco si a Rajoy le ha salido una verruga o si Zapatero, en un alarde de imaginación veraniega, ha subido los impuestos una vez más mientras el vulgo ha descubierto que es incapaz de rebelarse.

Desconozco si a Belen Esteban se le ha caido la nariz al suelo en un directo o si acaso una guerra termonuclear arrasó mi hipotecada casa y dejó intactas las facturas de mi buzón.

Intuyo, porque soy el quiromanta de mi propia vida, que mis saldos bancarios serán más que malos: paupérrimos. Supongo, porque para eso no hace falta haber ganado ningún premio nobel o, en su defecto, un príncipe de Asturias, que seguirán las noticias sobre medusas en el Mediterráneo, las olas de calor y los niños obesos, reflejos de El Piraña de Verano azul, sentados con un helado esperando que acaben las vacaciones.

Los adolescentes, que ahora es esa edad que dura desde los 14 hasta que las obligaciones te cambian, tendrán resaca y pondrán sus fotos vacacionales en el facebook.

Los postadolescentes, que dura desde las obligaciones hasta que tienes una enfermedad que te hace viejo, caminarán con sus niños por las calles y poblarán los parques comentando lo caros que son los libros de texto.

Los viejos estarán sentados en los bancos.

Y yo llegaré con una mochila con el mismo contenido que me llevé al mismo sitio donde partí.

No cambian muchas cosas. Sí. He aprendido a que el frisbee me vuelva. Tengo que poner alguna de esas fotos en mi perfil para creer que sigo siendo un adolescente. Después, empezaré a buscar obligaciones.

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