23 de junio de 2010

Miéntete estilo "made in china"

Personalmente soy ese tipo que, desde que tengo uso de conciencia (que no es mucho), ha aprendido que es capaz de cualquier cosa que se proponga, lo cual es bueno y malo casi a partes iguales. Es bueno porque cuando quieres subir a una montaña y crees que llegarás arriba te quedas a la mitad, que es mucho mejor que no empezar la ascención, y es malo porque casi todo lo terminas dejando a medias o por lo menos sin satisfacer tus estimaciones sobrehumanas.

El problema de casi todo es que vives en un estado de tensión habitual compitiendo contra tus sueños.


Para ello se han preguntado si esa presión acaso mejora realmente nuestra actividad o si desarrolla en nosotros maneras de hacer trampa, bien sea a nosotros mismos o al juego en sí.

Los resultados son que no se trabaja realmente mejor y sin embargo se desarrolla en nosotros una serie de mecanismos que nos hacen pensar que hemos actuado con mayor destreza o directamente empezamos a hacer trampas. Supongo que será como aquella vez que, para subir al monte Gorbea, casi rompí la suspensión de mi coche al ascender un buen tramo por una pista forestal. Pero llegué a la cima.

En la concepción contemporánea de la vida quizá muchos de nuestros resultados son aquellos que determinan nuestro lugar social. Nuestro aspecto, nuestros títulos e incluso nuestras anteriores conquistas sabemos que nos posicionan en uno u otro lugar dentro de la pirámide evolutiva social en la que nos desenvolvemos. Si tenemos un buen aspecto, un par de master y nos hemos ligado a la guapa podemos llegar a afirmar de una manera errónea pero inequivocamente social que hemos alcanzado la cima de ese monte. Nadie nos pregunta nunca el dinero gastado en tratamientos de belleza, las horas de gimnasio, la calidad de nuestras enseñanzas o si llegamos a la cama de la guapa porque la acompañamos un día que estaba borracha para soportar cómo nos hablaba de algún amor perdido.

Hasta hace bastante poco no existía esa facilidad inmensa para fingir aquellos elementos que nos pudieran dar un empujón social pero desde que los chinos se hicieron con el mercado mundial de la copia y nos demostraron lo sencillo que resulta tener un Trolex, un Ferrori, un uPhone o un iPed algunos, conscientes o inconscientes de su incapacidad de llegar a escalar alguna montaña, van por ahí engañando y engañandose.

El problema es que más de uno se cree la mentira como lo hacía el Sr Pascual, mi profesor de inglés, cuando yo le deslumbraba con letras aprendidas de Bruce. Aquellos que han convertido la falsedad en parte de su verdad son los yonkis de las apariencias sociales, los adolescentes que consumen viagra para alardear de sus penes, los idiotas que se meten una raya para llegar el último a casa (y así parecer más cool) o las niñas que se ponen las tetas a la altura del cuello para considerarse más popular.

Otros (con penes convencionales, sin saber cuánto pone una raya y (lógicamente) sin tetas), simplemente, vivimos bajo presión. A veces nos hacemos trampa, pero lo hacemos para pensar que llegaremos a fin de mes, que repetiremos algún viaje mágico o que dentro de un rato un giro maravilloso e inesperado nos premiará toda esa gran virtud que llevamos dentro. Son trampas livianas.

Nunca quisimos ascender en lo social ni mentirnos más de lo justo porque sólo quisimos ascender hasta su ventana y sentirnos dignos por las mañanas. Me enseñaron de pequeño que el tiempo te pone en tu sitio, aunque lleve esperando demasiados años. Eso será alguna mentira en la que vivo pero todo lo que tengo es genuino.

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