15 de junio de 2010

Escribir a Verona en Septiembre

Según demasiadas estadísticas el verano, aparte de ser una temporada breve de intenso calor y sueños no cumplidos, es el momento del año en el que un mayor número de parejas se rompen. Las malas lenguas dicen que porque se convive y la convivencia es, aparte de dificil, un momento que idealizado no provoca nada bueno.
Por todo eso suelen afirmar los estudiosos que un tercio de las rupturas se formalizan en Septiembre.

Algunos, que no los más precavidos, se preparan ante ese momento de decepción global que es Septiembre con el cajón de la moto vacío de responsabilidades pero debido a esta absurda naturaleza humana que nos hace buscar en este mundo de declive moral un halo de amor al que agarrarnos queremos pensar que de este verano no pasará, que sonarán de una manera más o menos fuerte algunos violines y que mañana (y quien dice mañana dice cualquier miércoles par) pasearemos, aquí o en Kansas, pensando donde encontrar la piña que tanto le gusta tomar de postre después de cenar juntos.
Quizá por eso Julieta recibe (y responde) unas 6.000 cartas al año de personas de todo el mundo que le piden consejos sobre el amor perdido, encontrado, magullado o esperado.

Personalmente creo en la finísima linea que separa los diferentes campos de las relaciones. También creo en lo complicado que resulta, según van pasando los años, aprender que esa persona no quiere estar contigo por dinero, por interés, por tu ejemplar estado físico y productividad de espermatozoides de gran calidad fecundadora o simplemente porque le preparas el desayuno antes de que se levante. A veces ella se ha quedado a dormir porque simplemente y de una manera irracional te quiere.

Con 20 años te encanta descubrir esas cosas. Con 25 empiezas a no creertelo. Con 30 buscas el lugar donde pueda estar la trampa. Con 40 directamente lo niegas. "No puede ser"-te dices en calzoncillos mientras esperas que salte la tostada- "...si yo soy un mierda."

Nunca entra en esa cabeza de granito que quizá es el resultado del final del viaje o del principio de otro. Incluso a veces no te das cuenta que pueden ser las primeras vacaciones en algún hotel donde , estadísticamente hablando, para otros pueden ser las últimas.

Mientras pienso las veces que salí corriendo para negar lo que decían mis miradas o pienso las veces que negaron aquello que pude ver en sus ojos como maremotos antes de que saliera corriendo llego a la absoluta determinación que habrá que escribir a Verona para pedir consejo o para reservar hotel.

A ser posible antes de septiembre, que es cuando todos nos convertimos en calabazas.

1 comentario: