En una encuesta publicada en Clarín se habla de los nuevos niveles en aumento de nerviosismo entre los habitantes del planeta. En los lugares de cabeza está Japon, Rusia, Arabia Saudita y Argentina. Por abajo están China y Francia.
La ansiedad, este nerviosismo, viene provocado por diferentes factores en cada caso. La economía de los japoneses, el costo de la vida de los rusos o la posibilidad que un tipejo con un cinturón bomba les haga volar en pedazos a los árabes (sauditas) es lo que les inquieta. Los argentinos, que ya están curtidos en mil crisis, afirman estar preocupados por lo que su selección haga en el mundial (de fútbol).
Cierto es el dato que afirma que toda esa avalancha de malas noticias generan una sensacion de inquietud malísima para la felicidad global. ¿Deberían, por el bien de nuestra alegría, no contarnos toda la verdad?.
Las personas más felices, casi por definición, son aquellas que consideran que la paz se mantiene en equilibrio a su alrededor. Las sociedades que se establecen entre las más serenas y más contentas con su situación son las que más rápidamente avanzan hacia el lugar que se supone que sea ir avanzando. Lo cierto es que, tambien por definición, nuestro alrededor suele mantener unos parámetros de estabilidad aceptables y sólo muy de vez en cuando se dan esos grandes y dramáticos momentos de la vida injusta que a todos nos toca vivir.
Pero nos levantamos por la mañana y al oir las noticias parece que van a desplomarse las acciones bursátiles que no tenemos, nos abandonará la pareja que nunca estuvo a nuestro lado, entrará en erupción el volcán que nunca hubo en nuestra provincia, bajará nuestro equipo de categoría, habrá chapapote saliendo por nuestros grifos, nos aplastará un satélite espía fuera de rumbo y, eso por supuesto, nuestros políticos nos estafarán.
Eso es lo que nos genera ansiedad.
Y por alguna razón que debe de estar escondida en el comportamiento masoquista del consumidor de noticias contemporáneo nos encanta regodearnos en todos esos miedos que nos atenazan.
O porque de algo tienen que vivir los psicólogos que ejercen.
Como una relación entre dos personas, en la nuestra con las noticias y los que controlan el cuarto poder: ¿deberíamos de saber toda la verdad?. Si fuéramos capaces de asumirla, si. ¿Lo somos? No.
Así nos va, oscilando de felices a dramáticos segun sean las columnas de los próximos titulares que adelanten el fin del mundo que mañana, a pesar de ellos, no va a llegar.
A mi me parece que ni quien escribio en la prensa ni quien lo repite es feliz, ni con las noticias buenas ni malas, ni con nada y por eso uno de vez en cuando se encuentra gilipolleces subliminales como esta, vamos que eso de preguntar si somos felices es una soberana gilipollez. A nadie lo obligan ni a ver ni a leer noticias.
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