18 de abril de 2010

Hospitalidades

Cuando uno disfruta de la hospitalidad extrema del pueblo saharahui conoce, en el momento del té, la tradicion de los 3 vasos. El primero es amargo como la vida. El segundo es dulce como el amor y el tercero es suave, como la muerte.

Si te vas de viaje a Rio De Janeiro y una adolescente aún sin formar de esas delgadas, intrépidas y sonrientes te regala una pulsera de algún determinado color habrás de saber que amarillo son abrazos, violeta beso con lengua, azul placer oral y negro sexo completo (todo ello sin conversación, se supone, no sea que la sangre riegue zonas poco útiles)

Cuando uno se va por ahí, por ejemplo a un mundial de fútbol, y se intenta beneficiar sin consentimiento a una buena mujer (lo que siempre se ha llamado violación) puede que sufra de uno de esos patentados "condones antiviolación" que quieren poner en funcionamiento en sudáfrica.

Supongo que eso quiere decir que la hospitalidad va por barrios.

En un barrio de Almeria, cuando despechado como un adolescente engañado me dispuse a recorrer sin rumbo la piel de toro que nos abriga (y nos abriga mucho más cuanto más al sur te lanzas), verbalizaba, llaves de mi interlocutor en mano, la gran hospitalidad que estaba notando por su parte, siendo "su" la globalidad de las personas, él me contaba que como los árabes llegaron y les invadieron, como los romanos les invadieron y los bárbaros también... habían decidido ser amables con el visitante por si la invasión se repetia de manera cíclica. Ese era el motivo por el que eran amables conmigo, porque resistirse con tanto calor era una guerra perdida.
En el norte, sin embargo, orgullosos y recelosos de nuestra propia identidad, somos únicamente corteses, será la herencia de Don Pelayo que no tenía invitados jamás.

Nadie habló nunca de la hospitalidad francesa, porque les precede una fama un tanto altiva y una mirada de cierto desdén. De todos es conocido es carácter seco y autoritario de los germanos serenos y la afectividad etílica de los rosados germanos borrachos. Suelen aparecer en la prensa los británicos con sentido de humor británico que hacen cosas de británicos entre las cuales no creo recordar que esté la maravillosa actitud hacia el invitado, visitante o invasor. Es más, en los países más "avanzados" las personas corretean como robots con prisa del trabajo a casa y de casa al pub como si hubiera un reducto temporal estanco para cada actividad. De 8 a 5: trabajo. De 6 a 8: higiene personal y solazamiento. De 8 a 10: alimentación. De 10 a 12: sexo (si hubiere). A partir de esa hora: roncar y bruxismo. Hay tiempo para ser correcto, pero no para ser amable.

Quizá, simplemente, es que uno de esos reductos estanco de las sociedades modernas son, en el caso de los turistas con dinero: las oficinas de turismo, en el caso de los turistas sin dinero: los servicios sociales y en el caso de los turistas sin nada: la policía.

Quizá lo que sucede es que la hospitalidad es inversamente proporcional a la autoestima de cada sociedad, aunque pudiera ser alta inestable.

El egoismo, supongo, te hace ser mal anfitrión/a. El frío no (recuerda lo que significaba reir en "los dientes del diablo")

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