22 de febrero de 2010

Arrepentimientos a lo Hawthorne


Tiger Woods, que es a USA un referente deportivo, educativo, de comportamiento y cultural, ha dicho que está profundamente arrepentido.

Bill Clinton también estuvo profundamente arrepentido de eyacular sobre Mónica.

El capitan de la selección inglesa está muy afectado por haber estado tirándose a la mujer de un compañero de equipo.

Son tremendamente teatrales esas representaciones públicas de arrepentimiento, esos badulaques sentimentales que buscan siempre una compensación electoral o de patrocinadores.

Existe uno de esos efectos psicológicos tan manidos, llamado efecto Hawthorne, que es capaz de afirmar el superior rendimiento que es capaz de realizar un trabajador cuando considera que está siendo observado. Su nombre se debe a que esos estudios se realizaron en una fábrica con ese nombre de 1927 a 1932. De ellos se deducen ciertas "leyes" sobre la iluminación de las fábricas a fin de lograr esa sensación en el operario y que así trabaje más y mejor.

Supongo que estos arrepentimientos públicos tienen algo que ver, dado el caracter luminoso de los focos y la observación pública del evento, con la certificación de que haciendo eso mismo se logrará ser mejor deportista o mejor político.

El estudio de este efecto también afirma que cuando un operario es seleccionado para ser estudiado siente una subidita en su ego profesional que también influye directamente en el rendimiento. Con ello parece ser que a todos estos gurús sociales que son valorados más allá de su mero trabajo particular, bien sea metiendo pelotitas en hoyos o invadiendo países, se consideran más capacitados cuando les prestamos un exceso de atención.

Cuando el señorito de a pie ha de arrepentirse, tal y como yo lo he hecho (y haré) muchas veces, busca una situación íntima y personal para expresar ese profundo arrenpentimiento a quien ha defraudado con su acción. Es lo lógico. Los prohombres como Tiger no. Él no tenía a su mujer cerca cuando hizo pública su mala conciencia y la dijo cuánto la quería.

Quizá lo que sucede es que cuando socialmente creamos operarios estrella no nos importa tanto a quien perjudica o no su acción. Clinton nos fué infiel a todos. Tiger traicionó los votos de fidelidad que nos hizo. Kate se metió rayas a espaldas de nosotros. A mí personalmente siempre me ha importado un pimiento lo que hagan en su vida personal siempre y cuando hagan su trabajo con prestancia y esmero. Sin embargo algunos psicólogos siguen considerando que poner luces sobre el trabajo de cualquiera mejora su rendimiento. Por esa razón un personaje público tendrá un incentivo añadido para hacer mejor lo que tenga que hacer, aunque eso sea pedir perdón.

El resto de los mortales: tú , yo y aquellos que nos traicionaron, seguimos pidiendo perdón de manera íntima y personal. Otras cosas también preferimos hacerlas a media luz, claro que eso es otra cosa y otra cosa, por supuesto, es que te perdonen y te vuelvan a querer.

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