En Alemania, en un tren destino Berlín, un chico viaja solo con las esperanzas puestas en la nueva estancia. Es un compartimiento con varias personas, al estilo de las películas de los años sesenta. Él va como en un ascensor lleno, sin mirar a ninguna parte. Las manos juntas y a la vista. El ruido de los raíles y el aire fuera es lo que va sonando. Hay una señora mayor a su lado. La edad tiene el permiso social de poder fijarse en los demás sin parecer impertinente y le mira a la cara. Nuestra imagen siempre dice cosas, y este chico se delata. Tiene una mirada perdida pero triste, como la del que está a la búsqueda de una afirmación personal. La señora se le acerca y le habla.
- Tienes cara de buena persona
- Gracias
Sorprende, pero no hay más que tiempo por delante. La señora hecha mano de su bolso.
- Las buenas personas tienen el riesgo de convertirse en malas, porque el que es malo lo es, y ya no hay vuelta atrás.
- Sí, es verdad.
- Supongo que alguna vez has pensado en convertirte en mala persona, en un hijo de puta, para poder mandar a la mierda a todos aquellos que te han pisado y se han reído de tí a lo largo del tiempo
Es un punto real, ¿Quien no ha pensado en ser un cabrón sin escrúpulos cuando ves cómo se jactan de ser malos los que aparentan ser más felices que tú?. Un chiste de pequeño decía: “que ganas tengo de ser mayor y mandar a todos a la porra”.
- Es una idea, señora. Es una idea.
- Pues tengo la solución- sacando un anillo plateado del bolso- Te voy a regalar este anillo. Y cuando tengas la rabia dentro, tócalo, siéntelo, apriétalo contra tus manos y piensa que cuando realmente te conviertas en una mala persona, ya no hay vuelta atrás. El mundo no necesita otro desaprensivo sino buenas personas como tú.
Y le dio ese anillo que me mostraba cuando me contaba la historia, que si bien no sé si es real, es un ejemplo estupendo y un mini-cuento muy tierno que algún día habrá que desarrollar para contárselo a mi sobrina.
La señora creo que abandonó el vagón en la siguiente estación y este chico tampoco tuvo una historia maravillosa en su viaje a Berlín, porque regresó a los orígenes de los bares viejos y acogedores donde nos narraba sus andanzas. Solamente recuerdo ésta, pero algún día me compraré un anillo para no volverme aquello que no debo de ser. Mientras tanto espero a una señora mayor que me regale uno.
Quiero pensar que el futuro no está escrito, y me esfuerzo por moldearlo a mi forma. Los desvíos los elijo yo. También quiero pensar que aún soy esa buena persona que dispone de los sentimientos infantiles íntegros aunque es plenamente consciente de lo que hay a mi alrededor. Algunas mañanas me digo a mi mismo lo que les decía un comisario a sus chicos en “Canción triste de Hill Street”: tengan cuidado ahí fuera.
- Tienes cara de buena persona
- Gracias
Sorprende, pero no hay más que tiempo por delante. La señora hecha mano de su bolso.
- Las buenas personas tienen el riesgo de convertirse en malas, porque el que es malo lo es, y ya no hay vuelta atrás.
- Sí, es verdad.
- Supongo que alguna vez has pensado en convertirte en mala persona, en un hijo de puta, para poder mandar a la mierda a todos aquellos que te han pisado y se han reído de tí a lo largo del tiempo
Es un punto real, ¿Quien no ha pensado en ser un cabrón sin escrúpulos cuando ves cómo se jactan de ser malos los que aparentan ser más felices que tú?. Un chiste de pequeño decía: “que ganas tengo de ser mayor y mandar a todos a la porra”.
- Es una idea, señora. Es una idea.
- Pues tengo la solución- sacando un anillo plateado del bolso- Te voy a regalar este anillo. Y cuando tengas la rabia dentro, tócalo, siéntelo, apriétalo contra tus manos y piensa que cuando realmente te conviertas en una mala persona, ya no hay vuelta atrás. El mundo no necesita otro desaprensivo sino buenas personas como tú.
Y le dio ese anillo que me mostraba cuando me contaba la historia, que si bien no sé si es real, es un ejemplo estupendo y un mini-cuento muy tierno que algún día habrá que desarrollar para contárselo a mi sobrina.
La señora creo que abandonó el vagón en la siguiente estación y este chico tampoco tuvo una historia maravillosa en su viaje a Berlín, porque regresó a los orígenes de los bares viejos y acogedores donde nos narraba sus andanzas. Solamente recuerdo ésta, pero algún día me compraré un anillo para no volverme aquello que no debo de ser. Mientras tanto espero a una señora mayor que me regale uno.
Quiero pensar que el futuro no está escrito, y me esfuerzo por moldearlo a mi forma. Los desvíos los elijo yo. También quiero pensar que aún soy esa buena persona que dispone de los sentimientos infantiles íntegros aunque es plenamente consciente de lo que hay a mi alrededor. Algunas mañanas me digo a mi mismo lo que les decía un comisario a sus chicos en “Canción triste de Hill Street”: tengan cuidado ahí fuera.
Una historia preciosa.
ResponderEliminarOye... pareces buena persona. Ten cuidado ahí fuera.
Ya sabemos lo que se dice de las apariencias....
ResponderEliminarSí, bonita historia...pero yo no creo que alguien se vuelva malo queriendo. Porque yo a veces lo he intentado y nada de nada.
Con lo cual si alguien se vuelve malo no será consciente de ello y aunque tuviera un anillo regalado por una señora mayor, no lo usaría para seguir siendo bueno, porque no sabría darse cuenta de que está dejando de serlo.
Yo no sé si el destino está escrito o no, si pensaramos que sí lo está, no nos esforzaríamos en nada porque la meta sería la misma con esfuerzo que sin él. Y sí lo está por mas que cambiemos de camino para esquivarlo, llegaremos siempre a la meta que nuestro destino escribió para nosotros.
A veces confundimos a las buenas personas con personas tontas o manejables, grave error.
Las buenas personas que tenemos cerca hay que cuidarlas como a pequeños tesoros, no utilizarlas a nuestro antojo, porque eso, eso, eso sí que nos convertiría en malas personas.
Amén