22 de junio de 2008

focalizar la libertad

Últimamente, por las noches, al coger aire cuando me meto en la cama y me doy la vuelta, un agudo pinchazo en el lado izquierdo del pecho me sobrecoge. No puedo coger aire, no puedo moverme. Cierro los ojos un segundo y tomo aire poco a poco, muy poco. Y se va pasando.

Pienso , por un momento, que hay ciudades para vivirlas y ciudades para pasarlas. Barcelona, Londres, Berlín… son ciudades para pasarlas. Son las pequeñas experiencias que hay que vivir para sentir que estas vivo. Es una especie de acampada adulta donde necesitas sentir que vas acumulando vivencias para que, después, cuando decidas acomodar tus huesos, dispongas de suficientes recuerdos que te hagan ver algo si es que echas la vista atrás. (de esto ya hablé antes)

El problema está en echar la vista atrás demasiado tarde o que sientas que esa ciudad de paso se convierte en tu entorno vital (o que el peaje que tengas que pagar sea demasiado alto.)

Tampoco tiene que ser un viaje o una estancia, yo lo he vivido sin cambiar de ciudad. Ahí me considero un afortunado que se ha enfrentado a la resolución de soledades y sueños sin pagar a iberia.

Es un “kit kat” en la vida hasta que vuelves a tu mundo real, pero ¿Cuál es la realidad? Llega un momento en el que ya no lo sabes. Ese es uno de los problemas y otro de los peajes. En ese instante te refugias dialécticamente en la libertad, en demostrarte capaz de todo y en todos los sitios. Más tarde, años después, sientes una envidia absurda de todo aquello que siempre has denostado. Y te preguntas qué se siente cuando te sientes atado, comprometido, direccionado, obligado.

No hablo de pareja. Hablo de la vida en general. Trabajos estables. Hipotecas a 30 años. Quizá también de pareja estable.

Quizá lo único que pasa es que después de estar difuso mucho tiempo quieres focalizar. Focalizar en el sentido de dirigir tu luz en una única dirección. Una dirección pendiente de ser marcada.

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